domingo, 13 de abril de 2014

Auge y caída de True detective: retorno a Brideshead (otra vez)






Crecimos con R. L. Stevenson y “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde”, con los misterios que resolvía el perspicaz detective de Arthur Conan Doyle, con “La casa en el confín de la Tierra” de William Hope Hodgson, con el viaje de Arthur Gordon Pim, con los “Mitos de Cthulhu” y el Necronomicón de H. P. Lovecraft. 
Desde entonces, al menos un instante cada día, todas las personalidades, todos los misterios, todas las casas, todos los viajes, la propia vida, se nos han revelado alicaídas, anodinos, parcas, previsibles y mortecina respectivamente.

Cívico, J. G., Una casa holandesa





En parte porque era la edad en la que las viejas historias se escuchaban por primera vez, en parte por otras razones no totalmente claras para mí, tengo recuerdos recurrentes de dos series que vimos en televisión entre los años setenta y ochenta.

Así que hoy, hoy que hemos terminado de ver True detective y que esta nueva serie, esta serie de hoy,  se ha incorporado consistentemente a nuestra breve lista de series preferidas (que es quizás la lista de series preferidas de cualquiera que ve series: Breaking Bad, Mad Men), regresa de nuevo el adolescente recuerdo de dos series que vimos tiempo atrás, mucho tiempo atrás: Caída y auge de Reginald Perrin (una comedia británica con Leonard Rossiter, de la que sólo más tarde supimos que, basada en las novelas de David Nobbs, la iba a  publicar en castellano Impedimenta) y Retorno a Brideshead a partir de una historia de Evelyn Waugh, un argumento que no nos resultaba entonces posible entender bien, pero del que nos gustaba mucho que sus personajes hablaran como lo hacían, la sensación de viento de septiembre, la lentitud con la que todo parecía expresarse y la música barroca y trompetuda con la que comenzaba la serie de la televisión de Granada.

Julia Flyte (Diana Quick), Lord Sebastian Flyte (Anthony Andrews y el capitán Charles Ryder (Jeremy Irons): Brideshead Revisited

Han terminado todos los capítulos de la primera entrega de True Detective, la serie de la HBO escrita por Nic Pizzolatto y dirigida por Cary Joji Fukunaga, director de quien nos había gustado mucho Jane Eyre. Sin embargo, más que la buena dirección de Fukunaga, más que el antológico plano secuencia del capitulo cuarto (seis minutos para la historia de la televisión) más que el inquietante guión de Pizzolato, más que la reverente revisión de los elementos clásicos del cine negro, y antes que del cine negro, de la novela negra a la Chandler, más que esos embroncados guiños filosóficos entre el existenciualismo enragé de Sartre, el tramposo pesimismo antropológico de Cioran, diálogos, los de Rust y Marty entre lo sórdido y lo sublime, más que todo eso, decía, creo que ha sido una complicada serie de guiños personales la que permite que estemos aquí hablando de series populares en este blog tan vanidoso y egotista. Pero, ¿qué guiños son esos?


Matthew McConaughey como el detective Rustin Spencer "Rust" Cohle y  Woody Harrelson como el detective Martin Eric "Marty



Uno de mis músicos preferidos de-toda-la-vida, como quien dice, es Roky Erikson, cantante de 13th Floor Elevators, grupo de psicodelia cuyo nombre me daba pesadillas en la niñez: nos gustaron los rótulos de crédito de True detective y escuchar en ellos a T-Bone Burnett pero más escuchar al ascensor del piso trece. Abajo está. No es la que suena en la serie, pero sí la que a mí me gusta más. Creo que no se hecho nunca una canción tan buena sólo con cinco palabras: I walked with a zombie.


Roky Erikson: he walked with a zombie

Me gustó que el dibujo del malo de la serie se correspondiera con la imagen que muchos se hacen de la criatura monstruosa de H. P. Lovecraft, el primer escritor del que me leí su obra completa. La cadena de alusiones que van desde la maleficencia sombría de Ambrose Bierce (Carcosa) a The King in Yellow, de Chambers autores, los dos, en la estela de Poe, Maupassant, Arthur Machen y H. P. Lovecraft.

Le dejé toda mi colección de H. P. Lovecraft a un profesor de literatura, los leyó, me los devolvió, luego murió o se murió.

Cómo se mezcla todo y eso. 
Toda filosofía debe ser laica y frente-clerical. Toda investigación, y la filosofía es una investigación, debe ser laica y anticlerical, como la del detective Rust, pero no es sobre eso de lo que quería escribir aquí y hasta me da ya, hoy, justo hoy, domingo de ramos. bastante igual. Precisamente mi mejor amigo, O., me confesó inopinadamente en medio de un tema en el concierto de Damien Jurado, en la Rambleta, que rezaba todas las noches por África y porque la gente de esos absurdos realities del invierno de nuestra televisión, al menos cuando él muera o se muera, hable bien y se siente de una puta vez correctamente en el sofá.


Sigo acordándome de la caída y auge del suicida, vendedor de basura y viceversa Reginald Perrin y regresando puntualmente a Brideshead. Con el paso de los años se ha fundido tontamente el recuerdo de esas series, con la propia y poco estimulante lucha interior acerca del vivir en Alaska y del comprarme un perro apropiado para corretear conmigo en tal lugar. Nadie, ni siquiera mi mejor amigo, O., ha sabido explicarme convincentemente porque ya no me resulta posible evocar las imágenes de unas sin que se superpongan las otras. Por qué -creo que llegué a preguntarle a O.- se superponen las unas a las otras o unas arrastran a las otras como esas acciones llenas de brutalidad y de indecencia empeñadas en actuar como sombras indisolublemente unidas a los rincones donde aquellas se perpetraron.

Leonard Rossiter como Reginald Perrin en la serie de la BBC de los años ochenta

A mí que todo me gusta, aprecio vivamente o me interesa, sólo observo en las iglesias, como en las matanzas, en los blogs llenos de vanidad, garrulería y engaño, en los colegios caros, en las procesiones de Semana Santa, en la cola de cine, en la historia de Roma, en el Corte Inglés, en Antena 3, Cuatro, la Sexta o Tele 5 y en la guerra, comportamientos antipáticos, malas caras, gestos poco delicados, y por todo ello, a diferencia de Reginald Perrin, Brideshead y ahora True detective, cosas nada interesantes, chapamascadas, feas e indignas de atención.