miércoles, 5 de noviembre de 2014

"Helada luz...": Reseña en Revista de Letras






Revista de Letras


«HELADA LUZ EN EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS»

por Jesús García Cívico


Rodrigo Rey Rosa | Foto: Contrabando
Rodrigo Rey Rosa | Foto cedida por el autor
En HeladaThomas Bernhard hace decir al pintor Strauss que “el mundo es una disminución progresiva de la luz”. Para W.G. Sebald, quien aborda en sus ensayos sobre la demencia, la violencia política, pero también social, sobre la que insiste una y otra vez el genial novelista centroeuropeo; esa oscuridad progresiva, ese oscurecimiento gradual, no es sino la misma negación del sentido de la historia bajo cuyos auspicios la búsqueda de la verdad “es ya siempre un acto de desesperación”.
Uno se ha acordado de todo eso al cerrar el primer libro de “no ficción” de Rodrigo Rey Rosa(Guatemala, 1955) publicado en España.
Bajo el rótulo La cola del dragón (título del texto más emblemático del volumen) la joven editorial valenciana Contrabando –por medio, en este caso, del editor Sergio Pinto Briones- ha recogido y dotado de una refulgente coherencia una serie de textos de no ficción de uno de esos autores que ya consensuamos en reconocer como imprescindibles.
Efectivamente, el guatemalteco Rodrigo Rey Rosa (1955) –“el escritor más riguroso, más luminoso de mi generación” al decir de Bolaño– ha volcado en dieciséis textos breves, entre el diario, el cuaderno de viaje, la crónica judicial y de sucesos, testimonios negros e ineludibles de una serie de acontecimientos que destacan por su crueldad entre los más crueles de la segunda mitad del pasado siglo XX, siglo breve, oscuro, frío y cruel.
Contrabando
Contrabando
En común con el asqueo centroeuropeo (como eje temático, pero también como postura estética y sentimental) la reciente historia centroamericana –una suerte de relevo geográfico y temático del horror político pero también social del siglo XX, siglo centroeuropeo– permite secos y comprometidos ejercicios de escritura como el del novelista, aquí cronista, Rey Rosa. Ejercicios que ya no son, como en Bernhard, actos de irónica desesperación sino resultado de la fría, obstinada, quizás helada, pero siempre sobria, necesidad de dar testimonio.
Sí, desde el frontispicio, Rey Rosa deja saber que el libro que tenemos entre manos es un testimonio resultado de la necesidad de contar. Necesidad de testificar, necesidad también de acomodar, por honradez, por necesidad, el estilo a lo que se cuenta. ¿Qué se cuenta?
Tras unas pinceladas realistas tan ponderadas como emotivas sobre el escritor en formación (Bowles y yoEstudios de Miquel Barceló), reivindicaciones de escritores poco conocidos (Salomón de la Selva en Encontrado en Nicaragua) se cuenta, lo habíamos adelantado ya, el horror, la brutalidad, la insoportable impunidad de esos crímenes que hemos calificado con voluntarista rotundidad como “crímenes de lesa humanidad”.
El genocidio perpetrado en la Guatemala de los años ochenta por el gobierno del general Efraín Ríos Montt, con el apoyo de los servicios de inteligencia de EEUU, contra pobres acusados de colaborar con movimientos de izquierda y campesinos indígenas se cobró la vida de más de 200.000 personas. Una media de 6000 asesinatos al año, la mayoría de los cuales, al igual que las violaciones y otras torturas de las que fue víctima la población maya-ixil, quedaron sin castigo.
La luz sobre la responsabilidad última de militares y políticos en el poder se desvaneció el año pasado con la anulación por parte de la Corte de Constitucionalidad de Guatemala (la Corte celestial) de la sentencia de genocidio. Se oscurecía así, de nuevo, esa parte del planeta que recogió el testigo horrible de la larga serie de corazones de tinieblas que mucho antes habían sido el Congo Belga en la época de Leopoldo II (el descrito por el propio Joseph Conrad), el padecido por el pueblo armenio, el Holodomor ucraniano o el Porraimos (contra el pueblo gitano) y la Shoa ya en el propio centro de Europa.
¿Qué estilo? Se cuenta austera, seca, rigurosa, ásperamente. Rey Rosa, el escritor, hace lo más caro a la vanidad de los autores: se hace desaparecer. Acción consecuente. ¿No fue acaso la magnitud de cada uno de aquellos horrores a los que antes aludíamos, el Holodomor, la Shoa… tal que se dudó (Theodor Adorno) de la posibilidad de seguir haciendo poesía? Tal era la oscuridad y la gélida temperatura de cualquier corazón mínimamente concernido. La poesía, pero también el poeta, desaparece. Rey Rosa es consciente de que las palabras que graba, el testimonio, el documento que reproduce habla, como se suele decir, por sí solos.
La cola del dragón, zona central del libro, tiene un trasfondo recurrente: la anulación de la sentencia que condenaba al golpista Ríos Montt como responsable final del arrasamiento genocida por parte del ejercito guatemalteco, auspiciado por el gobierno de Reagan, del llamado Triángulo Ixil. Para situar los hechos le basta al escritor con bosquejar un marco: “El paisaje del altiplano guatemalteco estaba, a finales de abril, sumido en un vasto baño neblinoso. Los pueblos de Chichicastenango y Santa Cruz del Quiché, sin la actividad febril de los días de mercado, parecían solamente sucios y caóticos, víctimas de la proliferante fealdad de nuestra era.” Y luego la realidad.
Mantenida la contención, la verdad se desborda, por decirlo como Nabokov, por el nebuloso margen de la página. Y es suficiente. Sobrevivientes ixiles declararon como soldados jugaban al futbol con la cabeza de una anciana. Sobre las torturas de chicos y chicas el pionero de la antropología forense Clyde Snow reconoció en su día que aunque hubo cosas parecidas en El Salvador, Bosnia o Irak, es en Guatemala donde peores atrocidades había visto.
“Cuando la derecha cazaba genocidas” escrito con Sebastián Escalón es la irónica, negra, crónica sobre la campaña de calumnia, desprestigio y asesinato de líderes democráticamente elegidos. Los informes de la CIA sobre las operaciones en Guatemala entre 1952 y 1954 que recoge Rey Rosa incluyen el Manual para asesinos (puesto al alcance del público en 1997). El insoportable cinismo de la agencia norteamericana es también tema específico del breve Snow Job. Rey Rosa deja, una vez más. que el texto se escriba solo: “(…) una categoría más se origina por la necesidad de ocultar el hecho de que la víctima fue asesinada (…) las herramientas simples y las que estén a la mano son las más eficaces. Un martillo, un desarmador, un atizador, un cuchillo de cocina, un pedestal de lámpara, o cualquier otro objeto duro y pesado que esté al alcance bastará (…) Para los asesinatos simples o de persecución el accidente prefabricado es la técnica más efectiva. Cuando se lleva a cabo con éxito causa poco alboroto y es investigado sólo de manera casual.”
Hechos cuya impunidad sobrevuela como un buitre disidente los cadáveres sin verdad de este periodo atroz de la historia de América y que regresan a estos breves textos una y otra vez, así el asalto a la embajada española el 31 de enero de 1980 donde se quemaron vivos a los 27 indígenas que habían ingresado de forma pacífica para denunciar los continuos abusos que sufrían. Sobrevivió, recordémoslo, el embajador español Máximo Cajal que saltó por un ventana, sobrevivió, denunciémoslo, un campesino que fue trasladado al hospital con graves quemaduras para ser secuestrado luego por varios hombres armados en el propio hospital. Su cadáver apareció muerto al día siguiente con señales de tortura.
Cita en Bogotá sirve a Rey Rosa para rebatir la negación del genocidio guatemalteco en la casa de Borges: la biblioteca. Cinco columnas señala los terribles matices de la palabra Kaibil, las técnicas de deshumanización y embrutecimiento para infundir terror (torturas, decapitaciones).Visita a la jueza Barrios es el retrato escrito con ternura seca de Iris Yassmín Barrios conocedora en tribunales de los llamados de Alto Riesgo de casos cruciales de la historia reciente de Guatemala: asesinatos, chantajes, extorsiones de investigadores, científicos y activistas de derechos humanos.
La violencia que generamos parte de la conocida tipología de la violencia por parte del filósofo esloveno Slavoj Žižek, violencia que, entre nosotros, también diseccionó perfectamente el desaparecido Vázquez Montalbán: la subjetiva –ejercida directamente por agentes individuales o colectivos; la objetiva –racismo, machismo, exclusión; la violencia simbólica o sistémica: necesaria para perpetuar ciertos modos de vida –la de los zares, la de las oligarquías latinoamericanas.
La tesoro de la Sierra es la crónica en autobús del tour de los horrores que significa para el medio ambiente y la salud, y por tanto para la supervivencia de los campesinos centroamericanos, la explotación a cielo abierto de minas de oro. La cuestiones son retóricas: ¿cómo puede la avaricia de una empresa privada y la ingenuidad de unos pocos poner en riesgo la vida de generaciones enteras? ¿qué nueva forma de violencia supone el desprestigio de las víctimas, su ninguneo, las injurias vertidas desde los medios de comunicación a quienes buscan esclarecer qué sucedió y llamarlo por su nombre? La respuesta regresa en La caja de los truenos y en el último de los Apéndices, el que sigue a la oscura “Entrevista en Ronda”.
En La cola del dragón, Rey Rosa ha dado, por necesidad, testimonio de la violencia (gubernamental, militar, pero también social), de la demencia (gubernamental, militar, pero también social). Ha tomado una lámpara y ha entrado en la cueva donde la barbarie del matarife convive con la indiferencia de los embrutecidos tal como en nuestra latitud hicieron con negra amargura Amery o Kertész. La cueva del dragón es la nuestra. La luz es fría, helada, como en el título de Bernhard. Nace del estupor que produce la impunidad, de la sensación de que todo puede seguir como si nada, que uno puede seguir viviendo, viajando o pescando, como en la imagen del famoso relato de Raymond Carver, con el lago lleno de cadáveres. Sí, el libro tiene sus personajes: en Encantador de serpientes, el doctor David C. Burden una suerte de Mengeleselvático salido de Conrad; en el contexto de represiones indígenas de El santo ángel la campesina Petrona Corado pero el protagonista es siempre un estupor: el estupor frente a la insensibilidad.
Sabe Rey Rosa que añadir una palabra de más lo habría acercado (injustamente) al sensacionalismo, que debía alejarse, acercarse y alejarse otra vez. Es por ello un acierto de los editores situar al principio de este libro los textos que transcurren en el extranjero. Añaden a la lucidez del autor la perspectiva de la distancia. Quien ha viajado demasiado (Rosa volvió a Guatemala en 2001 tras vivir en Europa y Nueva York) sabe que a su regreso el país natal se carga siempre de extrañeza.
Como la literatura tiene por objeto la naturaleza humana, el libro lo leerá y lo hará mejor, el lector sensible. Los temas son también de interés para el estudioso “de la inhumanidad del hombre hacia el hombre” por decirlo como ese científico de los derechos humanos que fue Richard Claude: la responsabilidad de las corporaciones y empresas internacionales por violaciones de derechos humanos, la impunidad, la tipología de la violencia, la ineficacia de las normas jurídicas más imprescindibles, son todos ellos temas de triste actualidad.
Del escritor Rey Rosa uno se aventura a decir que habría empezado a escribir por y como Borges pero hubo de transitar, de nuevo por necesidad y lucidez, hacia la literatura comprometida de Camus. Rey Rosa ha querido dar luz fría al ennegrecimiento de una parte del mundo, un acierto, como acertada, dicho sea para finalizar, es la elección en la portada de una fotografía blanco y negro del autor de Piedras encantadasCaballeriza o Los sordos con una cámara entre las manos: toda una imagen (una meta-fotografía) de la intención estética y del lúcido empeño anterior.


domingo, 13 de abril de 2014

Auge y caída de True detective: retorno a Brideshead (otra vez)






Crecimos con R. L. Stevenson y “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde”, con los misterios que resolvía el perspicaz detective de Arthur Conan Doyle, con “La casa en el confín de la Tierra” de William Hope Hodgson, con el viaje de Arthur Gordon Pim, con los “Mitos de Cthulhu” y el Necronomicón de H. P. Lovecraft. 
Desde entonces, al menos un instante cada día, todas las personalidades, todos los misterios, todas las casas, todos los viajes, la propia vida, se nos han revelado alicaídas, anodinos, parcas, previsibles y mortecina respectivamente.

Cívico, J. G., Una casa holandesa





En parte porque era la edad en la que las viejas historias se escuchaban por primera vez, en parte por otras razones no totalmente claras para mí, tengo recuerdos recurrentes de dos series que vimos en televisión entre los años setenta y ochenta.

Así que hoy, hoy que hemos terminado de ver True detective y que esta nueva serie, esta serie de hoy,  se ha incorporado consistentemente a nuestra breve lista de series preferidas (que es quizás la lista de series preferidas de cualquiera que ve series: Breaking Bad, Mad Men), regresa de nuevo el adolescente recuerdo de dos series que vimos tiempo atrás, mucho tiempo atrás: Caída y auge de Reginald Perrin (una comedia británica con Leonard Rossiter, de la que sólo más tarde supimos que, basada en las novelas de David Nobbs, la iba a  publicar en castellano Impedimenta) y Retorno a Brideshead a partir de una historia de Evelyn Waugh, un argumento que no nos resultaba entonces posible entender bien, pero del que nos gustaba mucho que sus personajes hablaran como lo hacían, la sensación de viento de septiembre, la lentitud con la que todo parecía expresarse y la música barroca y trompetuda con la que comenzaba la serie de la televisión de Granada.

Julia Flyte (Diana Quick), Lord Sebastian Flyte (Anthony Andrews y el capitán Charles Ryder (Jeremy Irons): Brideshead Revisited

Han terminado todos los capítulos de la primera entrega de True Detective, la serie de la HBO escrita por Nic Pizzolatto y dirigida por Cary Joji Fukunaga, director de quien nos había gustado mucho Jane Eyre. Sin embargo, más que la buena dirección de Fukunaga, más que el antológico plano secuencia del capitulo cuarto (seis minutos para la historia de la televisión) más que el inquietante guión de Pizzolato, más que la reverente revisión de los elementos clásicos del cine negro, y antes que del cine negro, de la novela negra a la Chandler, más que esos embroncados guiños filosóficos entre el existenciualismo enragé de Sartre, el tramposo pesimismo antropológico de Cioran, diálogos, los de Rust y Marty entre lo sórdido y lo sublime, más que todo eso, decía, creo que ha sido una complicada serie de guiños personales la que permite que estemos aquí hablando de series populares en este blog tan vanidoso y egotista. Pero, ¿qué guiños son esos?


Matthew McConaughey como el detective Rustin Spencer "Rust" Cohle y  Woody Harrelson como el detective Martin Eric "Marty



Uno de mis músicos preferidos de-toda-la-vida, como quien dice, es Roky Erikson, cantante de 13th Floor Elevators, grupo de psicodelia cuyo nombre me daba pesadillas en la niñez: nos gustaron los rótulos de crédito de True detective y escuchar en ellos a T-Bone Burnett pero más escuchar al ascensor del piso trece. Abajo está. No es la que suena en la serie, pero sí la que a mí me gusta más. Creo que no se hecho nunca una canción tan buena sólo con cinco palabras: I walked with a zombie.


Roky Erikson: he walked with a zombie

Me gustó que el dibujo del malo de la serie se correspondiera con la imagen que muchos se hacen de la criatura monstruosa de H. P. Lovecraft, el primer escritor del que me leí su obra completa. La cadena de alusiones que van desde la maleficencia sombría de Ambrose Bierce (Carcosa) a The King in Yellow, de Chambers autores, los dos, en la estela de Poe, Maupassant, Arthur Machen y H. P. Lovecraft.

Le dejé toda mi colección de H. P. Lovecraft a un profesor de literatura, los leyó, me los devolvió, luego murió o se murió.

Cómo se mezcla todo y eso. 
Toda filosofía debe ser laica y frente-clerical. Toda investigación, y la filosofía es una investigación, debe ser laica y anticlerical, como la del detective Rust, pero no es sobre eso de lo que quería escribir aquí y hasta me da ya, hoy, justo hoy, domingo de ramos. bastante igual. Precisamente mi mejor amigo, O., me confesó inopinadamente en medio de un tema en el concierto de Damien Jurado, en la Rambleta, que rezaba todas las noches por África y porque la gente de esos absurdos realities del invierno de nuestra televisión, al menos cuando él muera o se muera, hable bien y se siente de una puta vez correctamente en el sofá.


Sigo acordándome de la caída y auge del suicida, vendedor de basura y viceversa Reginald Perrin y regresando puntualmente a Brideshead. Con el paso de los años se ha fundido tontamente el recuerdo de esas series, con la propia y poco estimulante lucha interior acerca del vivir en Alaska y del comprarme un perro apropiado para corretear conmigo en tal lugar. Nadie, ni siquiera mi mejor amigo, O., ha sabido explicarme convincentemente porque ya no me resulta posible evocar las imágenes de unas sin que se superpongan las otras. Por qué -creo que llegué a preguntarle a O.- se superponen las unas a las otras o unas arrastran a las otras como esas acciones llenas de brutalidad y de indecencia empeñadas en actuar como sombras indisolublemente unidas a los rincones donde aquellas se perpetraron.

Leonard Rossiter como Reginald Perrin en la serie de la BBC de los años ochenta

A mí que todo me gusta, aprecio vivamente o me interesa, sólo observo en las iglesias, como en las matanzas, en los blogs llenos de vanidad, garrulería y engaño, en los colegios caros, en las procesiones de Semana Santa, en la cola de cine, en la historia de Roma, en el Corte Inglés, en Antena 3, Cuatro, la Sexta o Tele 5 y en la guerra, comportamientos antipáticos, malas caras, gestos poco delicados, y por todo ello, a diferencia de Reginald Perrin, Brideshead y ahora True detective, cosas nada interesantes, chapamascadas, feas e indignas de atención.






jueves, 20 de marzo de 2014

los últimos días





Escribo para leerme, para releerme. Es más, escribo un blog para leer, para releer, para mantenerme al día de mí.

Corroborando sin saberlo algunas de las tesis incipientes de Nietzsche balbuceadas en El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música, jóvenes investigadoras de la Universidad alemana de Würzburgo hallaron en las moscas de la fruta lo que llamaron “el gen de la resaca” para concluir que es éste, el gen de la resaca, el culpable de la adicción al alcohol. 

Sí, escribo para leerme. Llevo un blog para leer lo que digo de mí pero luego todo me suena. El argumento en su conjunto me parece manido y previsible.



García Cívico, Jesús, (ego) aforismos en Word, poemas con auto-reverse, ¡Viva Corrales! Ed., Valencia, 2013








Los últimos días vimos Frances Ha (Noah Bumbach, 2012).

la amistad femenina como anclaje ante la desorientación en Frances Ha

Tengo por costumbre ver todas las películas candidatas a los Oscar antes de la ceremonia de entrega de premios lo que a veces supone tener algo de conocimiento de causa pero también dedicar tiempo a más de una historia de escaso interés. Este año, sin embargo, si quitamos los tostones de Philomena y la irritante Capital Phillips el nivel de las candidatas a mejor película desde el examen de esa pieza fundamental del relato cinematográfico que es ¡el guión!, fue bueno, reseñable, como diría un inglés.

La que más me gustó es la menos pretenciosa de todas American Hustle (me encantó la historia de amor y toda la tontería que se llevan con los pelos). Creo que la mejor, sin embargo, fue El lobo de Wall Street. Scorsese se saca de la manga a su edad una estupenda mezcla de géneros y Leonardo di Caprio ofrece una actuación memorable que le hubiera valido el premio al mejor actor si no llega a ser por ese tipo en estado de gracia que es Matthew McConaughey. Buyers Dallas Club es una película más que notable y aquí por encima del guión destacan las interpretaciones de Jared Letto y sobre todo de McConaughey que ya nos había encantado en las pantanosas Mud y The Paperboy.

Gravity habría sido fenomenal si los actores se hubieran callado la boca y el director insistido en las virtudes propias del silencio; 12 de años de esclavitud es la película de un director tan bueno como Steve McQueen, que, lo creemos así, esta vez se contuvo demasiado. La banda sonora de Her es estupenda y la hemos escuchado tanto que ya no la podemos aguantar. Finalmente, Nebraska presenta un guión inteligente y un secundaria estupenda y era a la que yo hubiera apostado todo. Menos mal que nada tengo y que no me gusta apostar. Tampoco he comprado nunca lotería: aún no he resuelto si podría consentir que un tipo me entregara un premio creyendo que sabe lo que quiero o que me conoce mejor que yo. 


la amistad femenina como...

Si alguien me obligara a ordenar de mayor a menor calidad los guiones de algunas de estas películas haría algo así:

1. Eric Warren Singer y David O. Russell por La gran estafa americana (guión original) / Terence Winter por El lobo de Wall Street (guión adaptado)
2. Bob Nelson por Nebraska (guión original)
3. Woody Allen por Blue Jasmine (guión original)
4. Richard Linklater, Julie Delpy y Ethan Hawke por Before Midnight (guión original)

Luego muy lejos:

5. Craig Borten y Melisa por Dallas Buyers Club,  (6) Spike Jonze por Her y (7) John Ridley por Doce años de esclavitud; y lejos en interés y en calidad, hasta el infinito y más allá los engendros llenos de diálogos y lugares comunes de Billy Ray por Capitán Phillips (8) y Steve Coogan y Jeff Pope por Philomena (9) o el lamentable escrito de Alfonso y Jonas Cuaron de Gravity (10).


¿Y todo esto a santo de qué? Ah, que estábamos cansados de tanta presión y vimos en casa de unos buenos amigos, como deber ser, una película del Video-club Stromboli, una "joyita" como dijo G. , "Frances Ha", festival interpretativo de la tocaya de G, Greta Gerwig, que no deja de sonreír agradablemente en toda la película.



Los últimos días asistimos al concierto de Harmony and Dave aunque íbamos a la Wah Wah sobre todo a escuchar a Mattew Caws porque algunas de sus canciones son también, de alguna nostálgica forma, nuestras canciones.

Harmony and Dave un duo de aquí, de Valencia

Como prueba de que seguimos siendo imprudentemente jóvenes nos gustó más esta joven pareja que la sucesión de melodías del frontman de Nada Surf.

¿Otras cosas?

Tras escucharlo tanto los últimos días, nos propusimos retener inutilmente en la memoria el estilo libre del mejor disco de Ornett Coleman, The shape of jazz to come (1959)

Randolph Denard Ornette Coleman (born March 9, 1930, Fort Worth, Texas) is an American saxophonist, violinist, trumpeter and composer.

Y pensar seriamente en dejarnos de nuevo barba como él

Randolph Denard Ornette Coleman (born March 9, 1930, Fort Worth, Texas) is an American saxophonist, violinist, trumpeter and composer... con barba.

Los últimos días terminamos de ver la tercera temporada de una de las mejores series de los últimos años. American Horror Story una gamberrada fresca y sexy, llena de imaginación y talento que no sería lo que es sin el festival interpretativo de Jessica Lange quien juega un papel (como dice ahora la gente anglicísticamente) diferente en cada una de las temporadas.

Inquietantes títulos de crédito creados por Kyle Cooper


El paso del tiempo no le hecho perder la belleza sino al revés, como diría Milan Kundera la ha ido revelando en su conmovedora autenticidad.


Jessica Lange, bruja suprema en la temporada "Coven": ni la edad ni tampoco el tiempo le han quitado belleza a Jessica Lange sino que la han ido poniendo al descubierto en su conmovedora autenticidad.

No nos gusta nada el sadismo en el cine de terror pero los creadores de la serie  Ryan Murphy y Brad Falchuk saben que no pueden prescindir de él pues funciona como contrapunto de su endiablado sentido del humor. Ver la cabeza cortada del personaje de la racista sádica Delphine LaLaurie interpretado por Kathy Bates conmoviéndose mientras, blues de fondo, contempla la serie íntegra de Raíces y escenas de la lucha por los derechos civiles que la bruja Winnie le obliga, en la pedagógica tradición de Richard Rorty a ver, es sólo uno de esos momentos que hacen esta serie difícil de describir pero también de olvidar.

En realidad Delphine LaLaurie fue irredimible

Otro emocionante momento fue la aparición en el capítulo 10 de la bruja Stevie Nicks, cantante de Fleetwood Mac.

Fleetwood Mac

Qué curioso. Justo estos último días he escuchado varios grupos que me han recordado el luminoso estilo de Fletwood Mac. Mi álbum preferido de Fleetwood Mac, como de tanta gente, es Tusk, su obra maestra personal, adelantada y  cara de 1979. 

¿Que qué grupos de 2013 me han recordado a Fletwood Mac?

Pues, Pure Bathing Club, básicamente una pareja de Portland, que sacaron en 2013 un álbum en la estela de Fleetwood Mac Moon Tides: el nuevo disco de las Dum Dum Girls, el trío de chicas de Los Ángeles; Haim, que son algo muy distinto a lo que parecen, y, sobre todo, los australianos The Preautures en la senda musical pero también estética del grupo anglo-americano de la Nicks, ese que ha estado siempre en nuestra educación sentimental y por tanto debe figurar aquí en El blog de Cívico, blog solipsista, farragoso, críptico, autoreferenciado y egotista. 





Todos los grupos que hemos mencionado aquí parecen otra cosa distinta a la que son y para vencer el desconcierto y una natural resistencia hay que darles varias oportunidades. Luego ya no se les puede dejar de escuchar.

Haim



He hecho mucho el idiota pero puedo presumir de no haberlo hecho jamás como español, como escocés, como catalán, como británico, como ruso o como ucraniano. Este de abajo es, sin embargo, un símbolo que guardo entre algunos de mis libros más preciados, es la bufanda de la revolución naranja que me regaló una poetisa ucraniana, antigua nacionalista rusa convertida luego en supranacionalista del filoeuropeismo ucraniano radical y luego ya en relajada devota de nuestro color preferido. 



Los últimos días he vuelto a pasear, pues, por Sebastopol, ciudad donde de joven conseguí perderme.  He vuelto para comprobar que es cierto que nadie ni nada olvida a quienes les han hecho pasar hambre.

Holodomor o Golodomor (en ucraniano: Голодомор, “matar de hambre”)