miércoles, 17 de abril de 2013

el vecino de Dostoievski (variación Cívico)



"Primero tiránica, ineludible, 
luego vanidosamente procuramos al amor dos oportunidades para entreverarse en nuestra vida".
GARCÍA CÍVICO, Jesús, Solares, Una palabra griega (Ed.) Valencia , 2013.


"Fíjate, yo creía que las Variaciones Goldberg era algo que los Goldberg 
habían hecho en su noche de bodas"
Woody Allen, Stardust Memories



Sí, está claro: primero tiránica, ineludible pero luego vanidosamente procuramos al amor dos oportunidades para entreverarse en nuestra vida. Sí. En lo que sigue comparto, pues, un microtexto de hace ya algún tiempo pero desagradablemente vigente según lo veo. Como no creo que presente suficiente interés para una entrada y con el fin de subir la audiencia de este blog (la última entrada tuvo dos visitas) me he tomado un martini y he subido un video de mí mismo acariciando a mi gata y atormentando con la misma oposición de los pulgares que nos permite manipular las cosas, todas las cosas, ya en el piano, un aria de Bach, otra de las variaciones Goldberg, ya da igual, aprovechamos que Glenn Gould ha muerto y como vosotros, nosotros tampoco creemos en los fantasmas (o como vosotros, nosotros sólo creemos en los fantasmas políticos y en los fantasmas personales, los que se arrastran del pasado, los del psicoanálisis, los de Scott Fitzgerald, los que aterran de verdad, vamos).





El vecino de Dostoievski*


Cuando después de numerosos intentos Dostoievski es clonado a partir de ciertos restos de pelo y sangre hallados en el original que acompañaba la carta de julio de 1866 a Milyukov (en la cual explicaba cómo Kátkov y su ayudante N. A. Lyubimov de El mensajero ruso se habían negado a aceptar el inicio de Crimen y castigo) la expectación por ver al maestro es enorme.

Pero si enorme es la expectación (televisiones de todos el mundo graban una sala abarrotada), la decepción posterior no lo es menos. Dostoievski, a sus (segundos) treinta años sólo ha sido capaz de escribir un librito de autoayuda.
Las portadas de todos los diarios son implacables: “¡Retorno estéril!” “Where is the genius?” “¡Bluffstoievski!”. Los críticos se apresuran a las explicaciones más evidentes: “le falta su vida, su tiempo, Omsk, el círculo de Petrachevski, Siberia…”.

Fiodor Dostoievski
 (Moscú 1821, San Petersburgo 1881)
Volvamos por un momento a la sala abarrotada: en medio de la consternación poco a poco ésta es desalojada pero si nos fijamos bien en la última fila un joven pálido y taciturno sonríe.
Nadie ha reparado en él. Nadie ha reparado en el hacha que esconde en una bolsa de deporte. Si lo supieran… ¿Y qué si lo supieran? El joven del fondo de la sala es inofensivo y merece nuestra compasión.
Agobiado por las deudas propias y ajenas, no puede identificar hoy a la vieja usurera con cuyo dinero aliviar la miseria que le rodea. ¿La joven administrativa que le sustrae comisiones sin causa? No, malvive con un contrato temporal. ¿El director que le notifica el desahucio? ¿El político? Obedecen a instancias más altas. ¿El jefe de su empresa? Debe alimentar a su familia. ¿El mercado? Sus manos son invisibles.

Opresión sin responsable final, sin cabeza visible… ¿hacia quién dirigir el hachazo? ¿Detrás de dónde amagarse? Por eso, Raskólnikov toma la única decisión con la que puede canalizar su coraje napoleónico, su Übermensch nietzscheano: solazarse en el delirio.
Raskólnikov, efecto colateral de sacar vida de aquellas páginas ensangrentadas se levanta, avanza hacia su creador y le pide por favor que le firme un ejemplar.

                                                     

*Una versión reducida de este fragmento, un falso micro-relato, apareció publicada en La bolsa de pipas. Revista literaria bimensual, marzo de 2002, nº 31, Román Piña Valls (Dir.), Mallorca, 2002.


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