jueves, 2 de agosto de 2012

hipótesis de "noruega"

Hipótesis de “Noruega”
por Orlando Osorio (adjunto de bloguería)

“Suelo llevarme un libro al supermercado por la misma razón que cojo una chaqueta las tardes de verano: no me resulta posible dejar de entrever la potencial hostilidad de los lugares comunes, esos territorios sólo aparentemente pacíficos”, así escribe Cívico en julio de 2012 el único de los aforismos de la denominada “selección noruega” en el que resulta posible rastrear una ligera huella personal. Efectivamente, el bloguero parece liberado aquí de esa absurda pompa retórica de insufrible carga egotista que habría castigado (y cómo) los aforismos juveniles, suprime Cívico de la escasa superficie del texto toda la ganga esteticista, las blanduras andylucasistas de los oropeles ajenos y de los manierismos de otros y lo primero que llama la atención de esta selección  es su blancura, la carencia de afección ¿dónde están las acostumbradas imágenes de mal gusto con las que el bloguero castiga a su tres lectores?

“Descubrir que todos los conceptos tienen “carga” es una señal de lucidez, la chifladura viene al atribuirles intencionalidad” escribe el autor de “No te asustes, es el espíritu de Max Weber que viene a visitarme” como desdiciéndose de exiguas técnicas ajenas y posiblemente abandonando también la forma inteligente en que esos días ha apreciado más los reparos que los elogios de algunos colegas a su personal visión de la implantación del programa de Bolonia en la universidad española. ¿Pero por qué “noruega”?

Si Coyná está en lo cierto (1) , precisamente la elección de “noruega” tiene que ver con las connotaciones positivas, blancas, desarrolladas, pacíficas de ese país que otorga cada año con despreocupada incoherencia el premio nobel de la paz. Como es sabido, precisamente en 2011, año de producción de estos curiosos aforismos, el Reino de Noruega se clasificaba como el país con más alto índice de desarrollo humano del mundo (0.943). A pesar de su claridad semántica y sus acostumbrados préstamos inconscientes, como el resto de aforismos en Word, tampoco estos parecen sometidos a una severa depuración ni siquiera a una mínima recomposición como sugiere (puede que con tan excesiva como falsa insistencia) la nota preliminar o meta-aforismo (aforismos que se deshinchan). No hay aquí ni felices invenciones sintácticas, ni aparece el color naranja, ni palabras informes, ni da el bloguero el coñazo con Wendy Morgan, ni cansan sus reversiones de frases, ni desfila inopinadamente su conocido cariño por los libros de Bohumil Hrabal, ni hay pleonasmos, ni G., ni coloquialismos hollywoodienses como los que aparecían (así sobre todo en la sección III, o sección “oh, Gene Terney”) apareados con promiscuas concordancias verbales junto a altivos, obsesivos enclícitos y espaciamientos cívicos de intención obviamente lírica. ¿Hubo de escoger el bloguero el título de la selección debido precisamente a una carencia? ¿Estamos ante una tan consciente como exagerada falta de suciedad, artificial ausencia de lo deforme y de lo estrafalario, lo alto, lo sano, lo limpio, profiláctico estandarte de este nórdico país…?

Sabemos que Cívico estuvo en Noruega a principios de los noventa. El autor hubo de visitar el país conduciendo desde la costa levantina el Peugeot 106 de su hermana, trasbordado, registrado, cacheado tantas veces como tuvo que cambiar moneda (cabe recordar que en las fechas en las que el bloguero llega al puerto de Oslo, ni la moneda común ni la telefonía móvil habían asolado todavía Europa) el autor de los aforismos visitaba anonadado, el corazón abierto como un plato, los mercados hortofrutícolas del viejo continente. No, no se nos oculta que Cívico comenzaba a trabajar por entonces en el departamento de publicidad de una revista valenciana especializada en frutas y verduras. El periódico, con oficina junto al desaparecido cine “metropol” y letras times new roman despidiendo el hermoso intento de ilustrar a la burguesía agrícola valenciana, comenzaba a mandar con asiduidad a un joven bien educado, piel cetrina y mirada aniñada a recoger inserciones publicitarias al norte de Europa. La llegada de Cívico a la costa noruega coincidió, y reseñamos este dato sin malicia, con el enésimo robo de la histriónica y sobrevalorada pieza de Munch. Por lo demás, sabemos también por Coynà que no fue precisamente el nervioso trazo del expresionista sino más bien el enérgico acabado de la obra de Adolf Gustav Vigeland lo que le hubo de cautivar para siempre. En efecto, la contemplación fría y nocturna del trabajo del escultor de Mandal en el interior del Frognerparken, afectó emocionalmente al bloguero al punto de conocerse todavía hoy su incomprendido afán de pedir a los taxistas valencianos esos días de fallas: “corra, lléveme rápido al parque de Vigeland”.

Escultura en el Parque de Vigeland, Oslo, Noruega



Pero la pregunta sigue siendo pertinente ¿por qué Noruega? ¿por qué una selección noruega?

La redacción apresurada de estos aforismos permite suponer que al menos algunos de ellos surgen como una reacción. Precisamente en las fechas de la concepción de estos aforismos Cívico confiesa en la polémica entrevista con Conyà, la profunda (deep), desasosegante, perturbadora impresión que le causó aquella profesora limpia, alta, altiva y exitosa que hubo de conocer en la Universidad Católica de Malta, Clara Zerda Lightmore. Seguidora, hasta la beatitud del cine de Mel Gibson, del AC Milán, de la escuela económica de Chicago y de la mili brava, Zerda, hija de un iusnaturalista gaditano de acento cerrado profundo admirador de la generación perdida, traductor aficionado de Scott Fitzgerald y de una madre aparentemente sorda, Zerda, decía, exponía ante un seminario maltés de hombres tan maduros como entregados las claves de una particular hermeneútica de lo oscuro, exponía Zerda la solución de los secretos del texto, mientras el bloguero ahora dormitaba, se colocaba ahora inadvertidamente unos ligerísimos auriculares recuerdo del tren de Helsinbor a Helsingor y escuchaba con expresión alelada, la cabecita y los pies yéndose de varas, “the house that heavens built” el potentísimo tema de los Japandroids, clamaba Zerda mientras tanto contra el peligro de la socialdemocracia y en general del derecho, de los derechos, afirmaba Zerda la bondad intrínseca del ser humano, la belleza de Mel, el inmoral activismo de la ONU, dejaba entrever la investigadora el desconocimiento del documentalista alemán Werner Herzog y de la novela de Gustave Flaubert, manifestaba Zerda entre aplausos, nudillos gopeando rítmicamente la mesa, haber tenido siempre entre sus manos la verdad, no tu verdad, daba a conocer al auditorio Zerda el por qué de enchironar precisamente al yonki, leer la verdad del texto y enchironar a continuación a esa mujer en concreto, al extranjero malo sobre todo, y de nuevo, tras consultar, leer, interpretar y sacar la verdad del texto, volver nuevamente a la oscuridad de la glosa y sobre el yonki, concentrarse, observar, presionar, detener, enchironar de nuevo al yonki y a la mujer pobre, extranjera, mala y yonki, confesaba Zerda sus dudas sobre la redondez del globo terraqueo y la existencia mamífera del delfín, dudaba Zerda de la necesidad del impuesto, de la gravedad y del número 56, dudaba que fuera cierto que la gente sube fotos de su propia cena a facebook, que se digan entre ellos, los unos a los otros, "grande", "figura", "crack" o "eres un crack" y "en relación a" (en lugar de "en relación con" o "con relación a") o que haya personas que entierran las colillas de sus cigarros en la playa, relativizaba Zerda la miseria, la influencia de la vida en la obra de Dostoievski y la legibilidad de la filosofía de Hume. Ya en el terreno propiamente jurídico ponía en cuestión la investigadora la misma existencia física, real, histórica y no meramente hipotética de alguien que habría escrito bajo el nombre de Kelsen, concluía Zerda diciendo que concluía, que estaba ya concluyendo, afirmaba Zerda la existencia del porvenir, lo buenos que están los pescaitos y que Sevilla tiene un sabor especial, que era un placer escucharse a sí misma. Ovación. Zerda había cautivado a todos.
Al parecer cuando finalmente el bloguero se vio obligado a quitarse los cascos y dirigirle algún comentario gracioso a modo de saludo o de despedida ésta aún tuvo tablas, el organizador ya tomándola del brazo, para rebatirle a Cívico con relampagueante virulencia la conveniencia de dejar fumar en los afters, el genocidio armenio, la posibilidad del que el pasado estuviera en continuo movimiento, el misterio de la música, el principio de progresividad fiscal, el caracter voluble del amor, el devenir vertiginoso del tiempo.

Yo mismo, Osorio, querría pues aportar esta escueta pero creo que profunda entrevista con la hermenéutica señora Lightmore a fin de clarificar o al menos lanzar algunas hipótesis de indudable interés sobre el noruego título de la sección. La entrevista forma parte de un proyecto europeo de la propia Zerda: ha sido financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación theo-der I+D+i+th y asimismo se beneficia de un estancia de investigación de la investigadora, valga la redundancia, en la Universidad de verano de la Playa de Rio de Janeiro a cuyo personal quiere agradecer Zerda desde aquí su más profunda gratitud y de paso saludar ¡ey a ver si nos vemos la próxima vez!

Orlando Osorio: (incorporándose levemente de la silla) Hola Zerda (pedo)

Zerda Lightmore: (risas) (otro pedo) (más risas)

Orlando Osorio: ¿Qué coño es eso que llevas entre los brazos?

Zerda Lightmore: ¿El qué? ¿Esto? Un gato que se ha colado en mi keli.

Orlando Osorio: umh, ajá… “Vivir la vida como un proceso de extranjerización como habitando un lunar en vuestra menguante superficie de piel sin tatuaje” ¿qué te parece?

Zerda Lightmore: ¡Joder! Me ha arañado. Puto cabrón. Me dan asco los gatos. Qué tatu tan guapo.

Orlando Osorio. ¿Te mola? Me lo he hecho en la pantorrilla, ahora me toca acortar todos los pantacas y eso que empieza a hacer algo de rasca.

Zerda Lightmore: Descarao. ¿Y eso? ¿Qué es eso que llevas en la mano? ¿Es un gato?

Orlando Osorio: ¿El qué? ¿Esto? Esto no es un gato Zerda, esto es un libro.

Zerda Lightmore: ¿Lo qué?

Orlanda Osorio: Un libro Zerda pero achanta el mirlo un momentito que le voy a preguntar al gatito (risas): Gatito, ¿qué semejanzas puede haber entre Noruega y Cívico, el bloguero?

Gato: La valoración del bienestar social, haber llorado ambos por los que mueren solos y de repente en una isla (los noruegos por los asesinatos de Utuya el verano de 2011, el bloguero por el último capítulo de Lost), la familiaridad con el aire glacial, el propósito que subyace al nynorsk ("nuevo noruego") esa suerte de lengua artificial que quiere reunir, armonizar la mayoría de las formas dialectales del país, la participación activa/pasiva en "La cosa", la excelente película de John Carpenter, de nuevo el afán conciliador, unidor, armonizador, felicitante, la valoración de la paz hasta el punto de premiarla, la infantil afición exploradora, el propósito de ir muy lejos, la curiosa marcha que tenían Amundsen, Nansen y Heyerdahl, soñar a menudo con el agua muy negra y la luna muy blanca sobre la playa de Bryggen, reclamar con insistencia un territorio en la Antártida: Noruega la Dronning Maud Land (Tierra de la Reina Maud) el bloguero, un terreno, cualquier terreno, a ser posible lejos de todo, lejos de todos, también de los noruegos.




(1)
COYNÁ, Che, “A light in a Norwegian Wood”, in A Word on the words: on Civico´s aforismus, Fondo de Incultura Económica, trad. C. Z. Lightborne, México, 2012, p. 47 y ss.

(2)
El índice de desarrollo humano (IDH) es un indicador del desarrollo humano por país elaborado por el Programa de las naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) Se basa en un indicador social sa en un indicador estadístico compuesto por tres parámetros: vida larga y saludable, educación y nivel de vida digno.


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